La temporada festiva empezó apenas vimos aparecer los decorados en verde, blanco y rojo del 15 de septiembre. No mucho tiempo después las tiendas y supermercados se vistieron de la paleta otoñal y los habituales colores naranja y morado de Halloween y Día de Muertos. Y, por si fuera poco, no tienen ni que haber pasado estas fiestas para que por ahí encuentres también los primeros rastros de la Navidad venidera.
Las celebraciones vienen una tras otra sin darnos tiempo siquiera de recuperarnos del consumo y festejo característico de cada una de ellas. Sabiendo esto, ¿el fin de año es propicio para celebrar todo… incluyendo tu boda?
Sabemos que el otoño es una temporada fuerte para casarse; incluso se presta a producir hermosas producciones pautadas por sus tonos y su clima fresco. Sin embargo, cruzar demasiado la línea y explayarse por noviembre para sostener una boda, puede hacerte entrar en una zona de peligro con el frío inminente.
Además, ten en cuenta que las fiestas corporativas y las cenas sociales abundan a finales de noviembre e inicios de diciembre, y, quieras o no, tú y tu futur@ pareja serán parte de ellas. Evidentemente, la dieta tiende a relajarse y los manjares y antojitos con que uno se cruza en todas estas fiestas a veces es difícil de resistir. Imagina entonces tu prueba de vestido en estas fechas. Lo mismo pensé.
Por último, la luna de miel es otro factor importante. Disponer de unos días en estos períodos vacacionales no solamente puede salir contraproducente para tu cartera, sino que la proximidad, e incluso el empalme, con Navidad y Año Nuevo, puede ser un evento importante del que no quieres dejar de ser parte.
Lo único que sí, es que si te aventuras a casarte en esta temporada, atrévete a demostrar que el invierno puede ser inspiración suficiente para vivir una boda cálida, de gran gusto y, sobre todo, muy diferente a lo que hemos visto.