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  • Foto del escritorPablo Galván

El miedo te mira desde el espejo.

El miedo es una fuerza sumamente poderosa que cruza los lindes de toda dimensión y afecta a todos por igual. No discrimina a quien seduce ni se limita cuando ataca, sin embargo, es el cómo nos afecta lo que cambia de unos a otros.


Mientras que por un lado existe el miedo que te paraliza y congela todo movimiento, por el otro, está aquel que te mueve, que te hace salir del letargo y tomar acción, normalmente alguna que fluctúe entre dar la cara y pelear o salir huyendo y volar.


Esta misma reacción, la de fight or flight, es justamente la respuesta por excelencia a la que estamos sujetos ya no por elección, sino por una mera programación de nuestros instintos más básicos de supervivencia. Está en nuestro ADN, pero lo que éste último falla en programarnos es en la detección de las causas que verdaderamente nos ponen en peligro como para reaccionar de la forma en que muchos hoy en día lo hacemos.



Si volviéramos en el tiempo y nos encontráramos en medio de la selva, a merced de los depredadores y desprovistos de toda tecnología y protección que hoy en día hemos encontrado, la respuesta de huida vendría completamente justificada. Del mismo modo si nos encontráramos en la Grecia Antigua y tuviésemos que luchar por nuestra vida en alguna de las míticas guerras, la respuesta de pelea vendría por conveniencia.


Hoy en día, la escena pinta algo muy diferente. ¿De dónde nace el miedo que nos mueve? Si ya no hablamos de guerras cuerpo contra cuerpo, o huidas de bestias feroces y situaciones extremas, ¿por qué estamos reaccionando como lo estamos haciendo? Más aún, ¿qué es lo que nos está provocando el miedo?


Si enlistara todas las posibles causas que generan el miedo en la actualidad, en la sociedad que nos encontramos, no terminaría de escribir este artículo. Sin embargo, una cosa es cierta y sin duda alguna la más importante de todas: lo que creemos es lo que creamos para nuestra realidad y ello aplica tanto en lo positivo como en lo negativo.


Mi viaje de introspección hacia el miedo en general comenzó a despuntar con la boda de Natalia y Germán, en LUNA NUEVA. De primera instancia, se llevó a cabo en Celaya, Guanajuato, una ciudad que no es ningún secreto el peligro que había venido sufriendo desde hacía ya un par de años. Dudé en tomar la boda -de hecho, ya había rechazado otras bodas en Celaya-, pero fuese por el lugar donde fue y los novios de los que se trataba, reuní el valor para llevarla a cabo de la mano de mi equipo y proveedores -muchos de ellos me confesaron haber ido a esa boda porque se trataba simplemente de nosotros-. A este miedo lo vamos a fundar en el peligro físico.



Natalia, por su parte, tuvo otros miedos a lo largo del proceso. Fue su decisión aventurarse con una nueva banquetera de la que poco se había escuchado y sobre la cual incluso recibió comentarios que la pondrían en duda durante un tiempo considerable. Yo conocía a personas de esa empresa puesto que habíamos trabajado juntos con anterioridad en otros proyectos, pero nunca había experimentado su producto y servicio de primera mano. Lo que a mí me tranquilizo, y quiero pensar que ello tranquilizó a Natalia y Germán, fue el haber externado nuestros miedos y encontrar detrás de todo la promesa de entregarse a la hora de servir la boda y dar lo mejor que tenían. A este miedo lo vamos a fundar en la expectativa y la expectativa, créelo o no, te puede carcomer por dentro.


Conforme la fecha se acercaba y el peligro en Celaya despuntaba nuevas amenazas, Natalia y Germán presentaron otro nuevo miedo: el de la cancelación. Algunos de sus invitados, no ajenos a la situación, comenzaron a cancelar por su propia seguridad, pero el miedo de ya no contar con su presencia es uno que se funda en el rechazo: ningún niño quiere verse solo en la mesa de su pastel de cumpleaños y que la mamá le diga que nadie asistió a su fiesta. En el caso de LUNA NUEVA, uno reconoce la razón de la cancelación e incluso la entiende, pero ello no nos exime de sentirlo dentro de nuestros corazones. Después de todo, la culpa no viene de nosotros, sino de situaciones externas.


Y por si fuera poco, Natalia se enfrentó a otro tipo de miedo: el miedo de ir contra corriente. Defender nuestro sistema de creencias porque nos ha ido bien en la vida es algo natural del ser humano y ello sostiene la evidencia que lo prueba. Pero cuando la contradicción de estas creencias religiosas entra en juego por el solo hecho de no ir con lo que estaba pensando para nosotros por fuentes terceras, el miedo aparece. Esas fuentes terceras pueden tan poderosas ya no sólo por que representan canales de recursos y posibilidades, sino por la cercanía y familiaridad que mantienen para con nosotros. Este miedo está fundado en la pérdida de identidad, y antes de pensar que una cosa tan "normal" no debería afectar a alguien de esa forma, es preciso reconsiderar que cada cabeza es un mundo y cada quien se ve afectado de diferente forma cuando nuestro brazo hemos de dar a torcer.


Vivimos en una cultura donde si algo no nos parece, cancelamos a la fuente. Si alguien dice algo que nos ofende, lo bloqueamos. Si alguien piensa diferente a ti, lo descreditamos. Si alguien obra de forma contraria, lo desconocemos. La boda de nieve no deja de rodar.


El haber tenido a Natalia y Germán a bordo marcó para mí el inicio de un viaje de exploración que nunca antes había hecho de esta forma: verme en el espejo y detectar mis miedos. Curiosamente, Natalia me brindaba mucha paz. Hablar con ella y escuchar sus miedos resonó en mi de tal forma que los míos empezaron a salir a la luz. Natalia me compartió equilibrio sin siquiera ella saberlo, y aunque ella y Germán no estuvieron en la posición de escucharme o analizarme por la naturaleza de mi trabajo, el conocer sus historias familiares y lo que éstas hicieron de ellos dos como personas, me dio valor. Después de todo, la fuente me hizo sentido: Natalia por su valentía y sabiduría de discernir qué es lo que verdaderamente importaba al final de todo y qué podía dejar pasar sin que la afectara. Germán, por su nobleza y entendimiento de las cosas que en familia pueden cambiar de un día para otro y que te hacen valorar si el camino que uno está siguiendo es realmente el indicado.


Mis queridos LUNA NUEVA detonaron en mí la búsqueda del valor para detectar que ciertas vivencias que yo bien guardo en mis diarios desde niño me hicieron obrar y comportarme conducido desde entonces por uno de los miedos más poderosos de todos: el miedo al rechazo. Situaciones que tuvieron que ver con la crítica hacia mi cuerpo, con la minimización de mi capacidad cognitiva, con la falta de reconocimiento o cariño que en ciertos momentos yo interpreté como tal, fueron ejemplos muy poderosos de lo que en este viaje comencé a entender: como en su momento YO lo percibí así, ergo así fue.




No podía estar más equivocado. Porque cuando comienzo a crecer y me empiezo a formar de una personalidad agradable, complaciente, divertida, obsesiva incluso, comienzo a olvidar que la reflexión de estas vivencias pasadas y su neutra interpretación era todo lo que yo necesitaba para establecer mis propios límites: límites con mi trabajo, límites con las personas que yo he decidido querer, límites para conmigo mismo.


Irónicamente, mantengo un trabajo que tiene que ver con complacer a los demás. Sin embargo, así como el corazón roto de Adele la llevó a componer la música que hoy en día le da tanto, así mi trabajo toma ahora otro camino. Uno donde ya no vivo en modo de supervivencia, temiendo a la mínima fricción con mis clientes -las muy pocas veces que se presentan- por las razones más absurdas, de verdad absurdas. Que alguien se irritara porque no contesto una llamada porque simplemente estaba en un scouting en haciendas lejos de tener señal en mi celular, es solo la punta del iceberg. Me hice disponible a toda costa, me entregué sobremanera y terminé desgastándome.


La óptica fue preciso cambiar: no se trata del objeto o la razón, sino de lo que interpretamos a partir de ella. Mi miedo al rechazo termina aquí, y así como los espejos de Natalia y Germán se clarificaron cuando decidieron desechar los pensamientos inservibles, la niebla de mi espejo también se esfumó. Como dirían mis queridos VOYAGE, the best is yet to come, porque cuando uno sabe desde dónde obra, el camino y los jugadores de la vida se desdoblan y revelan ante ti por lo que auténticamente son. Al final del día, esa imagen es la más bella de todas.











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