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  • Foto del escritorPablo Galván

Luz de luna, luz de sol

Actualizado: 14 dic 2020

Día o noche, uno de los primeros dilemas de toda boda que ahora ponemos bajo la lupa del escrutinio. Pudiera parecer una decisión bastante sosa o sencilla por hacer: ¿quiero boda de noche? Carpa negra. ¿Quiero boda de día? Carpa color arena, o blanca. Sin embargo, toma un momento y ve más allá de las obviedades, para que conozcas las implicaciones verdaderas y lo mucho -o poco- que puedes sacar de cada escenario.


Cuando te inclinas por hacer tu boda de noche, asegúrate de hacerla realmente de noche. Incontables veces he abogado para mover itinerarios de boda, cuyas ambientaciones -creadas en definitiva para la noche- corren el riesgo de no producir su mismo efecto impactante si la noche no ha llegado aún al momento de que entren los invitados. La razón es simple: las luces no están en su apogeo de visibilidad, las sombras y la oscuridad no funcionan en nuestro favor y la luz del día aún revela las imperfecciones que desearías ocultar.


Si, por otro lado, lo tuyo es la luz del día, acéptala como viene y úsala a tu favor. Revela jardines, construcciones, recintos. Pero no porque éstas resulten más reveladoras bajo la luz del día, deberás abstenerte de utilizar elementos oscuros como las carpas negras o los matices muy contrastantes. Con un buen diseño la fórmula funciona. Eso sí, no olvides que el sol se oculta y, por ende, debes estar preparada. Ármate de suficientes lámparas para evitar que tu boda se hunda en la penumbra. Al fin y al cabo, el impacto visual de tu ambientación ya lo generaste a la entrada de invitados durante el día. Lo que pase después es mera diversión. Sé sutil con la transición y verás que la magia de tu experiencia seguirá viva hasta terminar tu boda.

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