Hablar de un presupuesto de bodas es como hablar de la bolsa de valores: realmente no sabes cuando baja o cuando sube, especialmente si no dominas la materia.
Si bien es muy válido comenzar la planeación de tu boda con un presupuesto en mente, no lo es así creer que todo permanecerá dentro del margen que hayas asignado, cuando los proyectos de cada proveedor no son coherentes entre sí. Ej. El de las luces no tiene idea de los arreglos florales que va a iluminar y el de carpas no conoce qué colgarán, porque te diste a la tarea de cotizarlos por separado y no en función de su participación.
La planeación de una boda requiere de un orden lógico. Escoger los postres de la mesa de dulces antes de rentar una carpa va en contra de esto, porque tus opciones y decisiones deben ser filtradas y tratadas por orden de prioridad y no por cómo se te antojen. Lo mismo aplica para el uso de recursos financieros.
Ya sea que desees una boda sencilla o una muy producida, la gestión de tu dinero debe ser igual en cualquiera de los casos. De seguir un orden lógico, la selección de tus primeros proveedores incluirá en su espectro rubros básicos y cruciales como lo son la locación, el templo de la misa y el banquete (indudablemente no vas a recortar la comida de tu boda). De ninguna forma es recomendable cotizar un proyecto floral cuando ni siquiera sabes en qué tipo de mesas sentarás a tus invitados.
La bondad de planificar las finanzas de tu boda con base en la participación de los proveedores y la importancia de tus prioridades es enorme. Selecciona lo más importante y de ahí haz tu camino de selecciones secundarias partiendo de lo general a lo particular. No sólo no estarás dejando nada importante fuera de tu consideración, sino que podrás analizar con mayor claridad las cosas -gustos, caprichos o lujos- que pudieras añadir a la producción de tu boda sin comprometer tu salud financiera.
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