Los meses y años de noviazgo que culminan al momento de recibir el anillo de compromiso, desatan en ti una ráfaga de ilusiones, emociones, sentimientos y visiones tanto de lo que estás dejando atrás como del futuro prometedor que viene. De estar plenamente segura, darás el sí de inmediato y aceptarás comenzar la aventura del matrimonio con total tranquilidad y paz en tu decisión.
La misma convicción, similar entrega y muy parecida resolución deberás sentir a la hora de seleccionar a tu wedding planner. Si bien podrás conocer a muchos de ell@s, entrevistarte con dos que tres y dejarte llevar por opiniones y experiencias de conocidos e incluso tuyas al haber asistido a uno de sus eventos, nunca nada detonará en ti las mismas emociones como el sentir la conexión auténtica -personal y profesionalmente hablando- con quien tomará tu boda de principio a fin.
La confianza se vuelve entonces el principal activo con que estarás negociando, pues llegará el punto en que ya no solo serán peticiones, deseos e ilusiones lo que le compartas a tu wedding planner, sino que harás concesiones cuando el presupuesto lo exija, racionarás cuando los pagos apremien y, muy posiblemente, te sentirás olvidada porque no te contesten a las once de la noche.
Tranquila, es normal. Normal como cuando sacrificas siete blusas por comprarte una bolsa. O como cuando te privas de ciertas salidas sociales en pro de un mejor viaje. Incluso como cuando tu novio te pide paciencia y espacio para mejorarse como persona y hacer de la relación el preámbulo perfecto de un matrimonio saludable.
No necesitarás partirte la cabeza para dar el “sí” correcto. El wedding planner de tu elección será esa persona con la que sientas la conexión. Tan sólo escucha a tu cuerpo y si se siente bien, es porque esa persona es para ti.
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